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Desde siglos atrás, los huevos de aves han ocupado un lugar muy importante en las cocinas de las diferentes culturas del mundo. Sin embargo, el huevo de gallina ha sido el que más se produce y consume alrededor del mundo, por eso, cuando usamos el término “huevo”, sin especificar de qué ave es, siempre nos referimos al huevo de gallina. Los huevos son ricos en albúmina (contenida en la clara) y otras proteínas, lo mismo que en lípidos. Su importancia en la cocina se debe a su versatilidad y suave sabor, pero más que todo a sus propiedades aglutinantes, que hacen de ellos un ingrediente indispensable en múltiples platos.
Los huevos se pueden comer fritos, tibios, duros, pochados o revueltas, solos o mezclados con algunas hierbas, especias o vegetales. En muchos países del mundo no pueden faltar al desayuno. Son esenciales en múltiples recetas de pastas, panadería, pastelería y repostería así como en tortillas, rebozados, cremas y salsas dulces y saladas. También se usan en sopas y en variedad de bebidas, licores y cocteles.
En el mercado se consiguen cajas de huevos de una o media docena o bandejas de dos docenas en adelante. También se venden a granel, por unidad o por peso. Se encuentran huevos de cáscara blanca y de cáscara roja, que en realidad poseen las mismas propiedades organolépticas. Según su peso y tamaño, se clasifican en Jumbo (más de 78 g), AAA (desde 67 g), AA (desde 60 g), A (desde 53 g), B (desde 46 g) y C (menos de 46 g). Elija huevos pesados y sin grietas en la cáscara.
Almacene los huevos a temperatura ambiente, siempre que esta no supere los 20 ºC. También los puede refrigerar para una mayor duración.